Creemos en un Dios vivo y verdadero, Creador del cielo y de la tierra. Dios es todopoderoso, perfecto en sabiduría, justo en juicio y abundando en amor. Dios es soberano y gobierna sobre todas las cosas, visibles e invisibles, es el Pastor que rescata al perdido e indefenso. Dios es amparo y fortaleza para todos los necesitados. Dios es fuego consumidor, perfecto en santidad, lento para la ira y grande en misericordia. Dios conforta como una madre amorosa, entrena y disciplina como un padre cuidadoso y persiste en Su pacto de amor como un fiel esposo. Confesamos a Dios como eterno Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Dios el Padre es la fuente de toda vida, en Él vivimos, nos movemos y somos. El Padre busca adoradores que le adoren en espíritu y verdad y oye la oración de todos los que le buscan. En el cumplimiento del tiempo, el Padre envió al Hijo para salvar al mundo. Por medio de Jesucristo, el
Padre adopta a todos los que responden en fe al mensaje del evangelio, perdona a todo aquel que se arrepiente de sus pecados y establece un nuevo pacto con ellos. Dios da el Consolador, El Espíritu Santo, a todos Sus hijos. El amor creativo y redentor de Dios sustenta este mundo hasta el fin de las edades.
El Hijo, por quien todas las cosas fueron creadas y quien sostiene todo, es la imagen del Dios invisible. Concebido por el Espíritu Santo, nacido de la virgen María, Jesús tomó la naturaleza humana para redimir al mundo del pecador. Él reveló la plenitud de Dios a través de su vida sin pecado y
obediencia. A través de sus palabras y con sus obras Jesús proclamó el Reino de Dios, trayendo buenas nuevas a los pobres, libertando a los cautivos, y dando vista a los ciegos. Cristo triunfó sobre el pecado por medio de Su muerte y resurrección, y fue exaltado como Señor de la creación y de la Iglesia.
El Salvador del mundo invita a todos a reconciliarse con Dios, ofreciendo paz a todos, los que están lejos y los que están cerca y los llama a seguirle en el camino de la cruz. Hasta que el Señor Jesús regrese en gloria, él intercede por los creyentes, es su abogado y los invita a que sean sus testigos.
El Espíritu Santo, el Consolador, es el poder creativo, presencia y sabiduría de Dios. El Espíritu convence a las personas de su pecado, les da nueva vida y los guía a toda verdad. Por el Espíritu los creyentes son bautizados en un cuerpo. El Espíritu que mora en ellos testifica que son hijos de Dios, distribuye dones para el ministerio, los llena de poder para testificar y dar fruto de justicia. Como Consolador, el Espíritu Santo ayuda a los hijos de
Dios en sus debilidades, intercede por ellos de acuerdo a la voluntad de Dios y les dé seguridad de la vida eterna.
Creemos que Dios se ha dado a conocer a toda la humanidad. El poder y naturaleza de Dios siempre han sido evidentes en la creación. El Antiguo Testamento nos revela a Dios como el que estableció un pacto de relación con Israel para dar a conocer a todas las personas el plan de eterna salvación.
Jesucristo fue la revelación suprema de Dios, tal como lo vemos en el Nuevo Testamento. El Espíritu Santo continúa dándolo a conocer, revelando a Dios tanto a individuos como a la Iglesia, y esta revelación estará siempre de acuerdo con las Sagradas Escrituras.
Creemos que toda la Biblia fue inspirada por Dios por medio del Espíritu Santo.
El mismo Espíritu guía a la comunidad de fe en la interpretación de las Escrituras. La persona de Cristo, Sus enseñanzas y Su vida dan continuidad y claridad a ambos, Antiguo y Nuevo Testamento.
El Antiguo Testamento testifica de Cristo y el Nuevo Testamento proclama a Cristo.
Aceptamos la Biblia como la Palabra infalible de Dios y la guía autoritativa de fe y conducta.
En un mundo donde la fe y la espiritualidad a menudo se ven eclipsadas por el ruido y la velocidad de la vida moderna, los líderes cristianos enfrentan una crisis sin precedentes.
Desde tiempos inmemoriales, la literatura cristiana ha servido como faro espiritual, iluminando los corazones y mentes de millones de fieles en todo el mundo.
El liderazgo cristiano es un llamado exigente que conlleva una carga considerable de responsabilidad, presión y expectativas.
La Reforma Protestante del siglo XVI fue un evento crucial en la historia de Europa occidental que tuvo un profundo impacto en la religión, la política y la cultura.
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